¿Qué sabemos de los blancos?

Una nota interesante, escrita en España, sobre un tema poco conocido: Vinos Blancos
 
Los vinos blancos se definen técnicamente como aquellos vinos hechos bien de uvas blancas, o bien de tintas que no hayan macerado con los hollejos ('blanc de noirs'), que muestran desde colores amarillos hasta los prácticamente anaranjados.
 
Sus tonalidades (ninguna de ellas blanca como tal) están muy influenciadas por la interacción de algunos flavonoides, carotenoides y taninos no pigmentados. Los vinos blancos toman todos los matices del espectro del amarillo; desde los muy pálidos, pasando por los que tienen reflejos verdosos, hasta aquellos ligeramente oxidados y anaranjados.
 
Como curiosidad, algunos vinos elaborados exclusivamente con uvas blancas pueden incluso exhibir colores que van del ámbar al caoba, por lo que no serían considerados como tales (en particular, vinos fuertemente oxidados y generosos, y/o producidos con uvas pasas, tales como el oloroso o el PX).
 
En cuanto a la elaboración, los blancos son normalmente despojados de hollejos, escobajo y pepitas, para que no maceren y se evite así la extracción de polifenoles amargos y fácilmente oxidables. Aunque, en algunas ocasiones, ciertos blancos pueden llegar a vinificarse en manera muy parecido a los tintos, en contacto con sus hollejos antes de la fermentación (o también durante o después), para obtener mayor complejidad aromática y sápida.
 
En general, y al igual que los tintos, la mayoría de los blancos se pueden diferenciar por: la uva (variedad empleada, uvas con botritis, vendimia tardía, uvas agraces -vinos verdes-, etc.), los niveles de azúcar residual (seco, semidulce o dulce), las peculiaridades de la elaboración (fermentación en barrica, generoso, maceración pelicular, espumoso, 'sobre lías', 'blanc de noirs', etc.), o por sus técnicas de crianza (oxidativa en barrica, inerte en depósitos, etc.).

Clasificación de los vinos blancos 
El vino blanco puede presentar toda la gama de matices desde extremadamente seco a muy dulce, pero lo habitual es clasificarlo en seis categorías principales.

Los vinos "ligeros y secos", que hay que beber cuando son jóvenes, rara vez se añejan en barrica de roble. Se embotellan sin azúcares residuales y son bajos en extractos (el residuo seco que da sustancia o cuerpo al vino). Estos vinos deben servirse fríos, solos o para acompañar alguna comida ligera.
 
Los vinos blancos "secos y amplios" contienen más materia y aunque se consideren técnicamente secos, poseen los matices aromáticos y la dulzura de los frutos maduros. Son vinos que pueden haber envejecido en barrica. Estos vinos blancos más amplios normalmente pueden envejecer en botella.
 
Los vinos "aromáticos" proceden de determinadas variedades y pueden ser secos o semisecos.

Los vinos "semisecos" se suelen embotellar antes de que la totalidad de los azúcares de la uva se haya transformado en alcohol. Su ligereza y su débil graduación alcohólica los hacen menos aptos para ser consumidos en compañía de platos consistentes.
 
Los más "dulces" de todos son vinos intensamente concentrados, que se consumen lentamente porque su materia es compleja.
 
Algunos vinos se elaboran en diversos estilos: el oloroso jerezano, por ejemplo, puede ser seco o abocado (término medio entre seco y semiseco, algo así como ligeramente dulce).
 
Métodos de elaboración
Además, después de la fermentación, algunos vinos blancos se crían en tanques de acero o incluso en barricas, lo que le confiere su característico cuerpo, astringencia y aromas de frutas muy maduras, pasificadas y de vainilla. Son vinos que compiten con los tintos y que pueden acompañar platos más consistentes, propios de los días más fríos del invierno.
 
Muchos factores dependen también de las elecciones hechas por el productor. Así, un riesling de Alsacia será seco, mientras que los riesling alemanes tienden a ser más bien dulces.
 
Vinos secos, semisecos y dulces
El control humano en el tiempo de la fermentación determina la cantidad de azúcar que quedará en el vino y por tanto si se tratará de un vino seco, semiseco o dulce. Para obtener vinos dulces o semisecos, hay que detener el proceso de fermentación, que se puede hacer mediante procedimientos químicos, añadiendo anhídrido sulfuroso (sulfitos que deben estar cuidadosamente dosificados) o bien mediante procedimientos manuales o físicos, enfriando el líquido en el momento en que el contenido de azúcar es el deseado.
 
Fuente: Vinetur