El carnaval porteño

El Carnaval mezcla a la gente, todos son iguales, amparada en los disfraces y los antifaces… Como dice Serrat "el rico y el villano bailan y se dan la mano… sin importarles la facha".

Durante el Virreinato del Río de la Plata, los festejos del carnaval se alternaron entre autorizaciones y prohibiciones. Retomando el enjundioso estudio "Breve Historia del Carnaval Porteño" de Enrique Horacio Puccia (Cuadernos de Buenos Aires XLVI, MCBA, 1974), Cristina Ambrosini destaca la cualidad del carnaval de haber sido desde hace siglos "una historia de prohibiciones y censuras, primero en bandos de virreyes y luego en decretos de dictadores".

Los bailes de carnaval se comenzaron a realizar en locales cerrados a partir del año 1771. Al principio eran organizados en casas particulares y luego se trasladaron a los clubes barriales.

En época del Brigadier Rosas tuvo importante auge. A las fiestas de candombe concurrían el propio Rosas, su Manuelita Rosas, y su esposa doña Encarnación Ezcurra. 

El Presidente Sarmiento reincorpora el Carnaval oficialmente en 1869 cuando se realizó el primer corso oficial, a lo largo de cinco cuadras con 16 comparsas que tocaron guitarras, violines y cornetas; Domingo Faustino habría asistido vestido con un gran poncho y un chambergo. Al año siguiente, se incorporan carruajes (carrozas) y luego, ya a fines de siglo XIX, surge la murga, generalmente integrando parte del corso. En 1873, los integrantes de una comparsa nombraron al ex presidente argentino como "Emperador de las máscaras'.

Los disfraces tradicionales: el payaso, el "indio", el "oso Carolina", los "esqueletos", etc. Los Corsos principales eran en Av. de Mayo y en Flores. También en Boedo.

Prohibiciones

El párroco de la iglesia de San Francisco en 1773, consideró que el baile de máscaras era pecaminoso y dictaminó que debía negárseles la absolución sacramental a todos aquellos que asistían a la fiesta de carnaval.

Pese a haberlo apoyado en un principio, Rosas dispuso en 1836 que el carnaval que había derivado en algo más violento (alcohol y política mezclados) se realizara con las puertas de las casas cerradas. Pero la medida no logró evitar los atropellos y, en 1844, Rosas prohibió el carnaval en todas sus manifestaciones.

En 1955, el gobierno de facto también suspendió los Corsos y los disfraces, en público. Luego a partir del 76, el carnaval fue cercenado del todo, prohibiendo todo lo que fuera burlesco, máscaras, disfraces, murgas, etc. Y el decreto 21.329 de 1976 eliminó los feriados de lunes y martes de carnaval.

Si una persona mayor iba a una fiesta disfrazado, antes debía pedir un permiso en la comisaría para cubrirse la cara y aún disfrazarse. Ellos luego de investigar quienes eran, daban una tarjetita que se debía atar al disfraz. "Igual, nunca la murga murió del todo… porque tiene un componente netamente popular, con canciones que reflejan la sociedad!!". Como la murga Los Dandis de Boedo que nació en un conventillo en 1956, y aún persiste, aunque una parte se fue a otra que se llama Los Cometas de Boedo.

Con la democracia siguieron los bailes y algunos corsos, pero aún no totalmente restablecido el espíritu de diversión sana del Carnaval. En 2010 se restituyó lo que habían quitado los militares, por medio de los decretos 1584/10 y 1585/10. La fiesta del carnaval volvió a ser un festejo popular aunque no tan masivo como lo fueron en un principio.