1810 Cocina colonial

"El sol de veinticinco viene asomando"... y como pasa siempre comenzamos a recordar cómo era la vida en aquellos lejanos tiempos de calles enlodadas y casonas enormes con varios patios y muchas plantas.
 
Cuando el mate era común en el salón aristocrático o en el rancho. Mariquita Sánchez de Thompson era una dama de la sociedad, en cuyo salón se reunían intelectuales, músicos, gente pensante. No olvidemos que allí se cantó por primera vez el Himno Nacional. Ella recuerda en sus memorias que la comida cotidiana en la Colonia era con platos simples, de rectas españolas, pero además, como la cocinaban las esclavas de origen afro, añadían siempre un toque de su propia tradición. Las damas que querían pasar por refinadas agregaban en sus menús alguna receta francesa. Los almuerzos eran copiosos y largos, seguidos obviamente por la siesta.
 
Al principio un tentempié con carnes frías de pollo por ejemplo y la infaltable sopa, con trozos de vaca o cerdo, porotos y legumbres. El plato de resistencia alguna carne que podía ser frita en grasa con tomate y cebolla que llamaban el bisteque. Y se servía con espinacas y huevos. O Puchero. Otro plato diario era pescado frito con abundante ajo, pescados de río (pacú, pejerrey, boga, sábalo) o bacalao seco.
 
El aceite que se utilizaba era de Oliva, traído de España y por consiguiente de precio elevado, por lo que en las cocinas, en general se usaba para freír y amasar la grasa de pella. Según el escritor Lucio Mansilla, durante la primera época del país (1800) los pichones de loro y lechuza eran "bocado de cardenal"… o sea exquisitos.
 
Los postres eran comunes a todos. Mazamorra con miel, arroz con leche, yema quemada, torrejas, pasteles de membrillo, cidra, cayote. Aunque las clases elevadas podían acceder al chocolate que llegaba de España.
 
El pueblo comía sencillo pero sabroso, los locros, carbonada, mazamorra o el pastel de choclo eran cotidianos. Carne asada y pastel de fuente (lo que llamamos pastel de carne), empanadas, pastelitos y tortas fritas.
 
La carne era muy barata y había en abundancia. En cambio escaseaban y eran caros el azúcar, la sal y el pan. Y la papa tampoco era muy barata ya que casi no se cultivaba en el país. En cambio si había zapallo.
 
El vino europeo era privilegio de las clases altas, pero tampoco era económico el vino que llegaba en carretas desde Mendoza y San Juan. El  vino portugués se vendía suelto. Y de los españoles el más accesible era el Carlón, que solían aguar los vendedores para obtener un mejor rinde y también se servía en las pulperías. ¡Salud Patria Mía!