Un cafecito batido y con espuma

Cuántas veces lo hemos preparado en casa, casi mecánicamente o en la oficina, pero ¿se imaginaron por qué y donde nació el café soluble? Y como todo tiene una historia, mejor es investigar. Todo comienza en 1929, en Suiza, cuando, el presidente del Consejo de Administración de una conocida empresa, el Sr Louis Dapples recibe una solicitud de Brasil, un gran productor de café. Le comentaron que necesitaban hacer algo con el excedente de producción, ¿pero qué? Necesitaban crear un producto, que pudiera prepararse en forma simple y rápida. Y que redujera drásticamente la cantidad del desperdicio innecesario que había durante las cosechas de los granos de café. Al parecer en ese momento también se comercializaba una aromática infusión en pequeños cubitos para disolver. Pero no eran prácticos.  
 
Un experto en el tema, cuyo apellido era Morgenthaler, tuvo la idea de hacer un “polvo, en lugar de cubitos”. Más cómodo de almacenar y más simple. Puso manos a la obra y con prueba y error, como toda investigación, descubrió que el sabor se conservaba mejor, cuando se añadían carbohidratos. Este ingrediente daba como resultante algo muy similar al sabor de los granos de café.
 
 
Pero no todo tampoco fue tan simple y rápido, ya que recién llegó a la venta y a las tazas luego de 7 años de investigación y desarrollo. Además, la empresa Nestlé, que de ésta hablamos tuvo que crear la división del Café Instantáneo. Por fin aprobado ya bautizaron este producto como Nescafé. Hoy ya popular hay otras buenas marcas en este rubro, para todos los presupuestos y gustos. 
 
Volviendo a la  historia, cuentan que el éxito fue instantáneo y en 1940 ya estaba en las tazas de más de 30 países. Todos hemos bebido seguramente más de una tacita espumosa o no. Y para aquellos que nunca lo prepararon, digamos que hay varias… recetas. 
 
La más sencilla: verter sobre el polvo de café, una cucharadita de agua fría, mejora el sabor. Luego el agua caliente, mezclar con azúcar y/o especias a gusto (canela, cardamomo). Otra manera que gusta mucho es el espumoso:  colocar partes iguales de café, azúcar y agua caliente. Mezclar y batir con batidora 5 minutos y añadir el resto del agua.  El chocolate con café, es casi un postre: lleva chocolate, azúcar, canela y clavo de olor, se espesa con maicena y se aromatiza con vainilla, y se sirve con chantilly y polvo de canela. Y como fin de una comida es delicioso el flan de café. Lleva 150ml de café soluble disuelto a temperatura ambiente (también se puede hacer con café común). Se añade leche, unos 350ml, azúcar 150g o 6 cucharadas colmadas, una pizca de vainilla, 5 o 6 huevos, depende el tamaño. Aconsejo batir los huevos aparte y colarlos antes de añadirlos a la mezcla. Así se evitan esos “ojos” de clara no cocida o galladura, que quedan feos... Caramelizar la budinera y cocinar a baño de María en horno medio o bajo por la menos 1 hora. Probar con un palillo. Dejar enfriar Pueden acompañar con crema batida o chantilly a gusto. También se pueden hacer bizcochos cafeteros: mezclar 1 huevo, con  vainilla, 2 cucharadas de aceite neutro, 60g de azúcar, 200g de harina leudante, 1 cuchara de café soluble y ½ de cacao amargo. Debe quedar un bollo suave, hacer bolitas y cocinar a horno moderado en chapa enmantecada. Y entonces a ¡disfrutar!